Por María Isabel Alfonso
Los últimos días de septiembre han llegado con aires renovadores. La visita del Papa a Cuba y luego a EEUU ha sellado un importante capítulo de irreversibilidad para la nueva relación entre las dos naciones. Por otra parte, la presencia de Raúl Castro por primera vez en las Naciones Unidas, y la posibilidad de que Estados Unidos vote en contra del embargo o se abstenga en la Asamblea General de esta institución, no son hechos a desestimar.
El presidente cubano ha tenido encuentros de primer nivel con figuras de EE.UU. y el mundo. Un momento de gran importancia fue la reunión de Raúl Castro y el expresidente Bill Clinton, encuentro en el que conversaron sobre la cooperación médica conjunta para beneficio del pueblo haitiano. Ojalá esa colaboración se multiplique y un día los emigrados cubanos puedan participar de conjunto con especialistas de la isla en esfuerzos humanitarios de ese corte, en salud, educación, deportes u otra área.
Este domingo 27 de septiembre, el presidente Raúl Castro sostuvo un encuentro en la Misión Cubana de las Naciones Unidas con cubano-americanos y norteamericanos residentes en diferentes estados del país. Presentes estabana celebridades del mundo del espectáculo como Harry Belafonte y Danny Glover; periodistas como Amy Goodman del popular programa “Democracy Now”; instituciones de gran prestigio como el Latin American Working Group, con Mavis Anderson a la cabeza y la fundación para la normalización de relaciones (ForNorm), con Elena Freyre y Julio Ruiz. De Miami estuvieron presentes periodistas y activistas como Alvaro Fernandez, de Progreso Semanal y Max Lesnik, y los presentadores radiales Eddie Levy y Edmundo García, quienes han contribuido a aportar pluralidad a una comunidad donde se quiso imponer, por muchos años, una sola voz. Estaba Ellen Bernstein, de Pastores por la Paz, que tanto bien ha hecho por Cuba.
Había también personas sencillas como representantes de agencias de vuelo, promotores culturales, académicos, que sin reclamar nada a cambio, han pagado un precio muy alto por fomentar un camino de normalidad para nuestra nación. Nuestras opiniones son diversas pero coincidimos en una cuestión central: Cuba es un país soberano y no corresponde a EE.UU. ni a ningún otro país imponer soluciones o cubanos preferidos. Esa perspectiva era el factor común entre todos presentes: el haber contribuido al mejoramiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, de manera consistente, perdurable y sin reclamos de protagonismo, a través de décadas. En mi caso asistí como co-directora de Cuban Americans For Engagment (CAFE), organización que ha agrupado a cubano-americanos en doce estados de la unión, demócratas, republicanos e independientes, todos favorables a un cambio de política norteamericana hacia Cuba y una mejor relación entre Cuba --su sociedad y gobierno-- con los cubanos de la diáspora.
Raúl Castro entró a la sala y no pidió micrófonos ni podios. En cambio, conversó con cada uno de los presentes, con absoluta paciencia y humildad. Prácticamente arrinconado por el tumulto de personas que quería estrechar su mano, se iba moviendo a pasitos cortos, seguido por la multitud, en un salón más bien pequeño, a contar con la cantidad de historia que acogió entre sus muros, por sólo una par de horas.
Saludé al presidente cubano, y le agradecí por la gentileza de conversar con cada uno de los presentes. Me recibió con un beso en la mejilla, como a todas, sin traicionar la familiaridad cubana que tanto se extraña cuando se vive fuera . Cuando le comenté sobre Cuban Americans For Engagement, se viró hacia Juanita, la traductora, para que le ayudara con el inglés. Ella le corroboró: “CAFE, el grupo que ha estado trabajando por la normalización…” Raúl, sin dejar de estrecharme la mano, me felicitó, diciendo: “Ustedes le han dado tremendo impulso a esto. Gracias por todo lo que han hecho.”
CAFE ha abogado por aperturas importantes de EE.UU. hacia Cuba, y también del gobierno cubano en su relación con los emigrados. Queremos una relación entre Cuba y EE.UU. basada en el derecho internacional, y una relación entre Cuba y sus emigrados basada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Para esos objetivos trabajamos con una actitud constructiva y dialogante, claros en nuestros derechos, sin conventillos de ideologías, y con la cultura de encuentro a la que el patriotismo llama.
Pensé, al marcharme, en todos los reclamos de los jóvenes de mi generación; en sus quejas y en sus alegrías; en sus desilusiones y en sus esperanzas; en sus deseos de viajar y de vivir en un mundo conectado. Pensé también en la gran crisis que aqueja al mundo, los refugiados, los grandes desplazamientos de personas, los sufrimientos colectivos… Traté de ubicar nuestras penurias, las de Cuba, dentro de ese cuadro general. Sentí esperanza.
Saliendo de la Misión, vi a muchas personas mirando al cielo. Había hoy uneclipse, coincidente con un fenómeno llamado “superluna”, que se produce cuando la luna llena o nueva se encuentra en su punto más cercano a la tierra, fenómeno que hace como 30 años no pasa. Yo por mi parte, sentí que esta noche New York y La Habana, los Estados Unidos y Cuba, estuvieron mucho más cerca.
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