Por AURELIO ALONSO
El 22 de octubre de 2013 un acuerdo del Consejo de Ministros de Cuba anunció el inicio de un proceso de unificación monetaria en el país, donde circulan en la actualidad dos monedas nacionales.
El acuerdo alude a la aprobación de un cronograma cuya omisión en el documento ha dado lugar a quejas por parte del público, pero me inclino a pensar que lo acordado expresa la intención de trabajar la reforma ajustados a pasos, cuya duración no cabe prever, por lo cual dudo que estos pudieran calendariarse desde ahora.
Las únicas medidas que se anuncian como inmediatas en la circulación son de limitado alcance, como la introducción del pago en CUP con tarjeta magnética y en efectivo en las TRD, a la tasa vigente. La promesa de no afectar las cuentas bancarias de ahorro -importante aclaración- implica que se respete para las mismas la equivalencia de 25 a 1, y no la que se adopte como definitiva.
Se informa igualmente que se tomarán en cuenta dos vertientes del cambio: la que corresponde a las relaciones entre las personas jurídicas (las empresas, instituciones y organismos), que además recibirán la concentración inicial del cambio, y las que tocan a las personas naturales. Y se asegura que no habrá “terapia de choc”.
La irregularidad de vivir sometidos a una dualidad monetaria, que reclama solución a voces, no tiene una historia larga ni complicada, aunque a primera vista lo parezca.
Desde 1902 a 1959 las finanzas cubanas estaban determinadas por los dólares que ingresaban a través de las exportaciones y las inversiones y empréstitos de los Estados Unidos. En 1959 el peso cubano (CUP) se cotizaba a la par del dólar estadounidense (USD).
Esta paridad fue mantenida de manera nominal después que a Cuba se le prohibió el acceso a aquel mercado, y se ha utilizado hasta hoy para los cálculos de la economía nacional, en tanto la circulación monetaria doméstica se efectuaba al amparo de subsidios y supuestamente al margen de las incidencias del mercado.
De modo que la dualidad no comenzó con la creación del CUC sino con la distinción de dos unidades de valor para el CUP: una en las transacciones oficiales y otra cuyo significado como medida de valor era subestimada y reemplazada en lo posible por una política de subsidios.
Esto no se reveló como una distorsión significativa hasta principios de los ´90, cuando la aguda crisis económica ocasionada por el derrumbe del socialismo soviético redujo al 25% la capacidad importadora del país y desordenó su economía.
Fue entonces que se dio prioridad al turismo y a la venta de servicios profesionales entre las estrategias sustitutivas del azúcar, el producto cubano más afectado por la crisis, y al hecho de que la circulación del USD en el mercado negro se remontara casi a 150 CUP por un dólar. Por tal motivo, entre las reformas emergentes de 1993 se legalizaba la circulación interna del USD, la cual frenó aquel shock inflacionario e impuso la dinámica que llevó al tipo de cambio actual.
Al comienzo de la década siguiente la circulación doméstica del USD fue sustituida, a su vez, por la de un equivalente doméstico, originalmente creado (se le conocía como “certificado en divisas”) para dar acceso a bienes importados no sujetos a subsidio, y que se convertía así en una segunda moneda nacional: el CUC.
No hubo error: dejar que el USD circulara en 1993 mostró ser lo acertado; volver a proscribir su utilización al interior (no su tenencia) en el momento adecuado también estimo que era lo deseable. Podría decirse que detener la libre circulación del USD constituía, de hecho, un primer paso hacia la normalización. Tal vez el único que podía darse en aquel momento.
Pienso que hasta el presente no se podía avanzar más, pues el rescate de la moneda nacional única tenía que realizarse en el marco de una reforma integral de la economía, que la articulara a la restauración de dispositivos de mercado, como la que ha comenzado bajo el impulso de los Lineamientos aprobados por el VI Congreso del PCC en 2011.
Lo creo así aunque no ignoro las enormes dificultades con las cuales avanza todo el proceso de descentralización económica. De manera recíproca, me atrevo a afirmar que la superación de la dualidad monetaria se tornará un factor decisivo para que la reforma económica integral funcione.
No sería sensato tratar de eliminar la dualidad por una simple decisión administrativa, pues se trata de un proceso que tiene dos vertientes. La primera, la de fondo, diría yo, consiste en el abandono de la tasa oficial vigente de un CUP igual a un USD, aplicada en los cálculos de la economía nacional. Tasa en que se sostiene la existencia de la segunda moneda nacional, el CUC, que introduce el valor del USD y puede ser efectivamente convertido en 25 CUP y en absolutamente nada más, y que se privilegia con el acceso a un mercado minorista vedado hasta ahora al CUP.
Los primeros pasos de la reforma monetaria -cuya implantación debe tomar entre dos y tres años- se concentrarán, como se ha afirmado, en la circulación en el sector empresarial.
Por ejemplo, se experimenta ya con la devaluación del CUP en la tasa oficial de 1 a 10 por cada USD, aplicado, entre otros, al suministro de alimentos de las cooperativas agrarias a los hoteles y a otros compradores. Las tasas experimentales no son definitivas, pero se espera llegar con las señales del mercado a la que exprese con más realismo una equivalencia, la cual podría ser alrededor de 15 a 1, o algo más, pero no de 25 a 1 como es hoy.
Como toda modificación significativa de reglas en la economía, la adopción de este proceso supone un balance previo de costos y beneficios. En el horizonte de lo previsible, y sin pretender juicios definitivos, me atrevería a destacar que:
1. Significará un paso esencial hacia la objetividad en los principales indicadores económicos, como los de producto e ingreso nacional, balanza comercial y de pagos, rentabilidad empresarial, el cálculo de costos y toda la armazón contable, e incluso la determinación realista del presupuesto estatal, que hoy confeccionamos a partir de escalas que no se ajustan a los precios mundiales de las importaciones.
2. En la primera etapa de los cambios -orientada a las transacciones entre personas jurídicas, es decir, empresas, instituciones, y otras- van a saltar a la vista, con seguridad, muchos balances deficitarios. La precisión de costos obligará a buscar alternativas. Empresas a las que la tasa oficial 1 a 1 muestra rentables pueden dejar de serlo cuando tengan que pagar sus importaciones a 15 CUP por dólar. Y en realidad no es que dejen ahora de ser rentables sino que se va a demostrar que no lo eran.
3. La rentabilidad volverá a convertirse en un patrón determinante, la necesidad del subsidio será reconocida por excepción y el paternalismo económico perderá en la práctica el dominio sobre las decisiones. Una definición más clara del éxito y el fracaso guiará la gestión. El sonido de la caja contadora recuperará el respeto perdido.
4. Forzará a la política fiscal a depurarse para garantizar equilibrios monetarios, confiabilidad en el sistema, medidas compensatorias y transitorias.
5. Al lograrse -como se espera- ajustar el funcionamiento de la economía al CUP revivido, debe estimularse el incremento de la producción nacional de bienes y servicios, el reajuste de estrategias productivas, el redimensionamiento de sectores y la articulación creciente de la iniciativa privada en los espacios productivos, todo lo cual constituye el componente decisivo de la recuperación económica deseada. La circulación ordenada de la moneda nacional viene a ser como el oxígeno del cuerpo de la economía, pero no debe ser confundida con la economía misma.
6. Al simplificar las transacciones, la unidad monetaria debe facilitar también un mayor incentivo y una mejor articulación de la inversión extranjera con la empresa nacional. En general, el escenario local se hará más atractivo para los capitales de afuera y de adentro del país.
7. Con relación a la población, me atrevo a decir que no hay por qué esperar efectos negativos inmediatos, pues ya los sufrió en la práctica. El impacto más fuerte tuvo lugar a partir de las distorsiones de los ´90, en primer lugar la pérdida de valor real del salario. Aunque hay que agregar que, en este plano, tampoco nos reserva la reforma beneficios directos visibles en el corto plazo. Un error frecuente es el de culpar a la dualidad monetaria por las desigualdades y por el bajo poder adquisitivo del salario, y este equívoco puede llevar a creer que al resolverse aquella se resuelve lo otro. Sería una confusión. Los efectos positivos sólo podrán traducirse en mejoría de las condiciones de vida en el mediano plazo, en sintonía con la recuperación de la eficiencia económica general.
8. La realidad es que dos décadas de dualidad monetaria en condiciones de depresión económica sostenida han acentuado una distancia entre la población que depende de salarios y pensiones en CUP, y la que cuenta con ingresos estables en CUC. El nivel de equidad distributiva alcanzado en los años ´80 se perdió y por el momento sólo se podrá impedir que las brechas se ensanchen y tratar de que las desigualdades se correspondan lo más posible con el rendimiento del trabajo. Reformas salariales son ya necesarias, pero están condicionadas por los resultados efectivos de la producción.
9. Las medidas monetarias son muy fáciles de adoptar cuando a los gobiernos no les preocupan los efectos sociales que puedan generar. En esos casos se deciden sin demora y sin vacilar. Un ritmo con pausas, cortes y evaluaciones se hace indispensable cuando se trata de no lesionar a los sectores más vulnerables, y mantener y mejorar las estrategias de lucha contra el desamparo.
En este momento de la reforma monetaria cubana, que bien podemos calificar de despegue, prefiero no arriesgar más vaticinios. Ya habrá tiempo para futuros comentarios.
El 22 de octubre de 2013 un acuerdo del Consejo de Ministros de Cuba anunció el inicio de un proceso de unificación monetaria en el país, donde circulan en la actualidad dos monedas nacionales.
El acuerdo alude a la aprobación de un cronograma cuya omisión en el documento ha dado lugar a quejas por parte del público, pero me inclino a pensar que lo acordado expresa la intención de trabajar la reforma ajustados a pasos, cuya duración no cabe prever, por lo cual dudo que estos pudieran calendariarse desde ahora.
Las únicas medidas que se anuncian como inmediatas en la circulación son de limitado alcance, como la introducción del pago en CUP con tarjeta magnética y en efectivo en las TRD, a la tasa vigente. La promesa de no afectar las cuentas bancarias de ahorro -importante aclaración- implica que se respete para las mismas la equivalencia de 25 a 1, y no la que se adopte como definitiva.
Se informa igualmente que se tomarán en cuenta dos vertientes del cambio: la que corresponde a las relaciones entre las personas jurídicas (las empresas, instituciones y organismos), que además recibirán la concentración inicial del cambio, y las que tocan a las personas naturales. Y se asegura que no habrá “terapia de choc”.
La irregularidad de vivir sometidos a una dualidad monetaria, que reclama solución a voces, no tiene una historia larga ni complicada, aunque a primera vista lo parezca.
Desde 1902 a 1959 las finanzas cubanas estaban determinadas por los dólares que ingresaban a través de las exportaciones y las inversiones y empréstitos de los Estados Unidos. En 1959 el peso cubano (CUP) se cotizaba a la par del dólar estadounidense (USD).
Esta paridad fue mantenida de manera nominal después que a Cuba se le prohibió el acceso a aquel mercado, y se ha utilizado hasta hoy para los cálculos de la economía nacional, en tanto la circulación monetaria doméstica se efectuaba al amparo de subsidios y supuestamente al margen de las incidencias del mercado.
De modo que la dualidad no comenzó con la creación del CUC sino con la distinción de dos unidades de valor para el CUP: una en las transacciones oficiales y otra cuyo significado como medida de valor era subestimada y reemplazada en lo posible por una política de subsidios.
Esto no se reveló como una distorsión significativa hasta principios de los ´90, cuando la aguda crisis económica ocasionada por el derrumbe del socialismo soviético redujo al 25% la capacidad importadora del país y desordenó su economía.
Fue entonces que se dio prioridad al turismo y a la venta de servicios profesionales entre las estrategias sustitutivas del azúcar, el producto cubano más afectado por la crisis, y al hecho de que la circulación del USD en el mercado negro se remontara casi a 150 CUP por un dólar. Por tal motivo, entre las reformas emergentes de 1993 se legalizaba la circulación interna del USD, la cual frenó aquel shock inflacionario e impuso la dinámica que llevó al tipo de cambio actual.
Al comienzo de la década siguiente la circulación doméstica del USD fue sustituida, a su vez, por la de un equivalente doméstico, originalmente creado (se le conocía como “certificado en divisas”) para dar acceso a bienes importados no sujetos a subsidio, y que se convertía así en una segunda moneda nacional: el CUC.
No hubo error: dejar que el USD circulara en 1993 mostró ser lo acertado; volver a proscribir su utilización al interior (no su tenencia) en el momento adecuado también estimo que era lo deseable. Podría decirse que detener la libre circulación del USD constituía, de hecho, un primer paso hacia la normalización. Tal vez el único que podía darse en aquel momento.
Pienso que hasta el presente no se podía avanzar más, pues el rescate de la moneda nacional única tenía que realizarse en el marco de una reforma integral de la economía, que la articulara a la restauración de dispositivos de mercado, como la que ha comenzado bajo el impulso de los Lineamientos aprobados por el VI Congreso del PCC en 2011.
Lo creo así aunque no ignoro las enormes dificultades con las cuales avanza todo el proceso de descentralización económica. De manera recíproca, me atrevo a afirmar que la superación de la dualidad monetaria se tornará un factor decisivo para que la reforma económica integral funcione.
No sería sensato tratar de eliminar la dualidad por una simple decisión administrativa, pues se trata de un proceso que tiene dos vertientes. La primera, la de fondo, diría yo, consiste en el abandono de la tasa oficial vigente de un CUP igual a un USD, aplicada en los cálculos de la economía nacional. Tasa en que se sostiene la existencia de la segunda moneda nacional, el CUC, que introduce el valor del USD y puede ser efectivamente convertido en 25 CUP y en absolutamente nada más, y que se privilegia con el acceso a un mercado minorista vedado hasta ahora al CUP.
Los primeros pasos de la reforma monetaria -cuya implantación debe tomar entre dos y tres años- se concentrarán, como se ha afirmado, en la circulación en el sector empresarial.
Por ejemplo, se experimenta ya con la devaluación del CUP en la tasa oficial de 1 a 10 por cada USD, aplicado, entre otros, al suministro de alimentos de las cooperativas agrarias a los hoteles y a otros compradores. Las tasas experimentales no son definitivas, pero se espera llegar con las señales del mercado a la que exprese con más realismo una equivalencia, la cual podría ser alrededor de 15 a 1, o algo más, pero no de 25 a 1 como es hoy.
Como toda modificación significativa de reglas en la economía, la adopción de este proceso supone un balance previo de costos y beneficios. En el horizonte de lo previsible, y sin pretender juicios definitivos, me atrevería a destacar que:
1. Significará un paso esencial hacia la objetividad en los principales indicadores económicos, como los de producto e ingreso nacional, balanza comercial y de pagos, rentabilidad empresarial, el cálculo de costos y toda la armazón contable, e incluso la determinación realista del presupuesto estatal, que hoy confeccionamos a partir de escalas que no se ajustan a los precios mundiales de las importaciones.
2. En la primera etapa de los cambios -orientada a las transacciones entre personas jurídicas, es decir, empresas, instituciones, y otras- van a saltar a la vista, con seguridad, muchos balances deficitarios. La precisión de costos obligará a buscar alternativas. Empresas a las que la tasa oficial 1 a 1 muestra rentables pueden dejar de serlo cuando tengan que pagar sus importaciones a 15 CUP por dólar. Y en realidad no es que dejen ahora de ser rentables sino que se va a demostrar que no lo eran.
3. La rentabilidad volverá a convertirse en un patrón determinante, la necesidad del subsidio será reconocida por excepción y el paternalismo económico perderá en la práctica el dominio sobre las decisiones. Una definición más clara del éxito y el fracaso guiará la gestión. El sonido de la caja contadora recuperará el respeto perdido.
4. Forzará a la política fiscal a depurarse para garantizar equilibrios monetarios, confiabilidad en el sistema, medidas compensatorias y transitorias.
5. Al lograrse -como se espera- ajustar el funcionamiento de la economía al CUP revivido, debe estimularse el incremento de la producción nacional de bienes y servicios, el reajuste de estrategias productivas, el redimensionamiento de sectores y la articulación creciente de la iniciativa privada en los espacios productivos, todo lo cual constituye el componente decisivo de la recuperación económica deseada. La circulación ordenada de la moneda nacional viene a ser como el oxígeno del cuerpo de la economía, pero no debe ser confundida con la economía misma.
6. Al simplificar las transacciones, la unidad monetaria debe facilitar también un mayor incentivo y una mejor articulación de la inversión extranjera con la empresa nacional. En general, el escenario local se hará más atractivo para los capitales de afuera y de adentro del país.
7. Con relación a la población, me atrevo a decir que no hay por qué esperar efectos negativos inmediatos, pues ya los sufrió en la práctica. El impacto más fuerte tuvo lugar a partir de las distorsiones de los ´90, en primer lugar la pérdida de valor real del salario. Aunque hay que agregar que, en este plano, tampoco nos reserva la reforma beneficios directos visibles en el corto plazo. Un error frecuente es el de culpar a la dualidad monetaria por las desigualdades y por el bajo poder adquisitivo del salario, y este equívoco puede llevar a creer que al resolverse aquella se resuelve lo otro. Sería una confusión. Los efectos positivos sólo podrán traducirse en mejoría de las condiciones de vida en el mediano plazo, en sintonía con la recuperación de la eficiencia económica general.
8. La realidad es que dos décadas de dualidad monetaria en condiciones de depresión económica sostenida han acentuado una distancia entre la población que depende de salarios y pensiones en CUP, y la que cuenta con ingresos estables en CUC. El nivel de equidad distributiva alcanzado en los años ´80 se perdió y por el momento sólo se podrá impedir que las brechas se ensanchen y tratar de que las desigualdades se correspondan lo más posible con el rendimiento del trabajo. Reformas salariales son ya necesarias, pero están condicionadas por los resultados efectivos de la producción.
9. Las medidas monetarias son muy fáciles de adoptar cuando a los gobiernos no les preocupan los efectos sociales que puedan generar. En esos casos se deciden sin demora y sin vacilar. Un ritmo con pausas, cortes y evaluaciones se hace indispensable cuando se trata de no lesionar a los sectores más vulnerables, y mantener y mejorar las estrategias de lucha contra el desamparo.
En este momento de la reforma monetaria cubana, que bien podemos calificar de despegue, prefiero no arriesgar más vaticinios. Ya habrá tiempo para futuros comentarios.
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