A los 79 años, recién salido de su último esfuerzo editorial (Seventeen Contradictions and the End of Capitalism, Oxford University Press, Nueva York), David Harvey sigue leyendo los cambios sociales con un ojo puesto en Marx y otro en los movimientos. Le entrevista para la revista Sbilanciamoci Franco Bogliacino, profesor de Economía en la Universidad Konrad Lorenz de Bogotá.
Profesor Harvey, en su último libro declara que de Marx se queda sobre todo con el humanismo revolucionario y no el dogmatismo teleológico. ¿Dónde buscar y encontrar el espacio político para realizarlo?
No hay que inventarse nada, estamos rodeados de gente que está en desacuerdo con el mundo en que vive, que busca una vida no alienada que recobre significado. Creo que el problema es que la izquierda histórica no ha encontrado el modo de habérselas con atención con este movimiento que puede de verdad cambiar el mundo. Por el momento, de esta búsqueda de significado se han apropiado los movimientos religiosos (del estilo de los evangélicos), que políticamente puede transformarse en algo completamente diferente. Pienso en la rabia contra la corrupción, el fascismo en Europa o el radicalismo del Tea Party en los Estados Unidos.
El libro se cierra con la discusión de las tres contradicciones peligrosas (el crecimiento ilimitado, el problema ambiental, la alienación total) y con algunas directrices para el cambio. ¿Es una especie de programa o tendrá que basarse la revuelta en una especie de coalición líquida entre formas de descontento?
La convergencia entre formas de oposición será siempre fundamental, y es lo que hemos visto surgir en el movimiento del Parque Gezy en Estambul o en las calles de Brasil durante los Mundiales de fútbol. El activismo es fundamental y, de nuevo, pienso que el problema es la incapacidad del a izquierda para canalizarlo. Por una serie de razones, pero creo sobre todo que por no abandonar el énfasis tradicional en la producción, en favor de una política de la vida cotidiana. La política de la cotidianeidad me parece a mi el punto en el que desarrollar energías revolucionarias y donde ya se manifiestan actividades orientadas a la definición de una vida no alienada que tienen que ver con el espacio vital y no con el espacio del trabajo. Estamos empezando a ver los signos de este proyecto político con Syriza y con Podemos, que, aunque no sean revolucionarios, suscitan gran interés.
Syriza está interpretando un papel trágico, en el sentido clásico del término. ¿Está efectivamente salvando el euro (que ha desempeñado el papel de instrumento de violencia de clase) para defender la idea de Europa, una de las banderas de la izquierda de los últimos decenios? ¿Cree que encontrará el espacio político o fracasará al final?
No creo que sea fácil definir qué significa éxito o derrota en este caso. A corto plazo, de acuerdo con numerosos criterios, Syriza fracasará, pero creo que a largo plazo logrará una victoria, porque ha puesto sobre la mesa demandas que sencillamente no se podrán esquivar. En este punto las demandas se centran en la democracia y lo que significa democracia cuando Angela Merkel se ha convertido en la autócrata que decide la forma de vida de todos en Europa. Llegará un momento en que la opinión pública grite que los gobiernos autocráticos tienen que parar. Si al final Merkel y los líderes europeos se entocan en sus posiciones echando a Grecia de Europa (cosa que ocurrirá probablemente), las consecuencias serán con diferencia mayores de lo que ellos piensan. En muchos casos, los políticos han cometido crasos errores de cálculo y creo que este será uno de esos casos.
En el libro prevé usted un nuevo ciclo de revueltas. Sin embargo, si repasamos los últimos años, la primavera árabe ha sido un desastre y Occupy no ha podido traducirse en un fenómeno políticamente eficaz. ¿Cree que la solución está en fenómenos come Podemos, capaces de canalizar políticamente el movimiento del 15-M?
Syriza y Podemos han abierto un espacio político porque suceden cosas nuevas. ¿El qué? No puedo preverlo. Es verdad que hay izquierdas anticapitalistas que les acusan de «reformismo». Puede que sea verdad también, pero se trata de fuerzas que han propuesto por primera vez algunas políticas, y una vez se toma ese camino se abren nuevas posibilidades. Se rompe por primera vez con el mantra de la austeridad, se quiebra el poder de la troika, y se crea entonces un espacio para nuevas perspectivas que pueden luego evolucionar. Creo que en este momento lo mejor que podemos augurar es algo semejante a estos partidos en Europa, que empiezan a definir las alternativas de izquierda que faltan. Probablemente serán populistas, con los límites y peligros del populismo, pero, como he afirmado, es un movimiento: abre ahora espacios y lo que pueda hacerse con estos espacios depende de nuestra capacidad de preguntarnos «vale, ahora que hemos llegado hasta aquí, ¿qué hacemos?»
¿Cree que el neoliberalismo ha sido sólo un giro y que el capital post-crisis se organizará superándolo o, por el contrario, que volverá a postularse con mayor fuerza?
Yo diría que nunca ha sido tan fuerte como ahora: de hecho, ¿qué es la austeridad si no la transferencia de las rentas de la clase medias-bajas a las clases altas? Si se examinan los datos sobre quién se ha beneficiado de las intervenciones posteriores a 2008, se descubre que ha sido el 1% o más bien el 0,1%. Desde luego, depende de cómo se defina el neoliberalismo y mi definición (un proyecto de clase capitalista) acaso sea en parte distinta de la de otros estudiosos. ¿Cuáles han sido las reglas del juego instauradas después de los años 70? Pues, por ejemplo, en caso de conflicto entre el bienestar colectivo y salvar a la banca, se salva a los bancos. En 2008 esas reglas se han aplicado de modo claro: se rescató a los bancos. Se habría podido resolver fácilmente el problema de los desahucios y de la necesidad de que todo el mundo disponga de una casa, para resolver sólo después gradualmente la crisis financiera. Lo mismo ha sucedido en Grecia, a la que se le ha prestado un montón de dinero que ha acabado directamente en los bancos alemanes y franceses... ¿Por qué tenían los griegos que hacer de intermediarios en la transferencia de los gobiernos a los bancos? La estructura puesta en pie evita que sea Alemania la que salve directamente a los bancos alemanes y Francia a los franceses; sin Grecia de por medio, la línea habría resultado evidente, mientras que así parece que se haya tratado a Grecia con generosidad con todo ese descomunal flujo de dinero que, por el contrario, ha acabado directamente en manos de los bancos.
Ha citado el 1%. Más allá de un lema afortunado, y como marxista, ¿cree que hay un elemento analítico en esta fórmula o distrae de algún modo del concepto de lucha de clases?
Si aceptamos de veras el materialismo histórico-geográfico, entonces tenemos que reconocer que las contradicciones van evolucionando y lo mismo debe suceder con nuestras categorías. De ahí el 1%. Occupy ha logrado introducir este concepto en el lenguaje. Y está claro que el 1% ha conseguido la mayor parte de la riqueza, como muestra Piketty, como muestran todos los datos. Traducido, el 1% quiere decir que hemos creado una oligarquía global, que no coincide con la clase capitalista, pero representa su centro. Es una suerte de palabra clave, que sive para expresar qué dice, hace y piensa la oligarquía global.
David Harvey es profesor de Antropología y Geografía en el Graduate Center de la City University of New York (CUNY), director del Center for Place, Culture and Politics, y autor de numerosos libros, el más reciente de los cuales es Seventeen Contradictions and the End of Capitalism (Profile Press, Londres, y Oxford University Press, Nueva York, 2014). Lleva enseñando El Capital de Karl Marx durante más de 40 años.
Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón
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